En la sobremesa de un foro de escritores tuvimos mucha reflexión personal que vale la pena rescatar aquí.
CÓMO VALORAMOS UN RELATO
E. dijo: Me animo a sacar una conclusión. Que todo se reduce a Objetivo o subjetivo. Lo que está en mí y lo que está fuera de mí. Bien mirado, Y.es partidaria de la norma vacuna para valorar un relato. Es partidaria de primar el subjetivismo. Es decir: Me gusta. Como el que dice: Mi madre es la más guapa del mundo. Se calla la coletilla: al menos para mí. (Objetivamente la mamá del tal es una mesa camilla, corta de piernas y desproporcionada alopecia en la cabeza.)
Y hay otro modo de valorar que es el objetivo. Y ahí no valen escapatorias. Después de siglos de Literatura ya hay cristalizados unos criterios que los debe poseer y dominar un novelista/escritor/cuentista.Y si no los posee se nota… para su mal: es un principiante. Se le ven las cerdas. Pero como somos humanos (y listillos) preferimos ir a lo fácil, a lo que no nos exige esfuerzo. Para decir: esto me gusta, esto también, esto tampoco, no se necesita haberse quemado las cejas ni crear callos en los codos. Todo hijo de Eva tiene su gusto. Ahí no hay más que hablar: viene con la existencia. Pero me quiero creer que o ese gusto subjetivo coincide con el objetivo, el oficial, el de los manuales, el de los que entienden, o los pasos que va a dar esa «vaca» en la galaxia literaria los tiene contados tolón-tolón.
I. dijo: ¿Por qué escribo como lo hago y por qué voto a quienes voto? En mi caso la solución es bien fácil. Cuando leo y, por tanto, cuando escribo, me gusta que la lectura se deslice como un patinador sobre una pista de hielo, suave, silenciosa, uniforme. Si, me gusta la escritura sencilla de vocablos inteligibles, sin tener que usar el diccionario o la enciclopedia para poder entender qué pretende decir el autor. Sin embargo, esa sencillez no debe nunca de quitarle interés al escrito. Un buen libro debe pedirme seguir leyéndole página a página, casi párrafo a párrafo; a veces por la intriga de la trama descrita, otras por la forma en que escribe el autor, las más, por la personalidad que el autor le da al protagonista o protagonistas. Recuerdo hace mucho las palabras que Berceo tuvo a bien dirigirme: “Cuando un autor te engancha en el primer párrafo, te ha enganchado para toda su obra”. Independientemente de lo antes dicho, si el escritor tiene la virtud de narrar y describir situaciones y paisajes que me hacen “ver” mentalmente el escenario del relato, aunque sea personalizado (si cada lector puede imaginar su propio escenario mayor virtud del autor), entonces se incrementa mi placer por leer y lógicamente mis votos tienden hacia dicho autor.
Mi opinión al hilo de I.: Sí, señor, coincido con ella punto por punto. Una lectura que me lleve de la mano con facilidad, que me proyecte una película, que me enganche de una línea a otra. Eso es una maravilla. Aunque yo también le añado la originalidad y la sorpresa (bueno, la originalidad es una forma de sorpresa). Si hay algo inesperado, me gusta todavía más.
Más aclaraciones de E.: Voy a atreverme con un ejemplo y así o me explico o me enredo del todo. El escritor va a ser un carpintero. La pluma la sierra, la gubia, etc. El argumento la madera. Y así toda la alegoría que queramos. Bien. Va el carpintero y hace un marco excelente. ¿Por qué es excelente? Porque la madera es noble (el idioma), porque los ángulos están bien escuadrados (no hay faltas de Ortografía ni de construcción), porque los lados son proporcionados y no se comen el dibujo que enmarcan (el lenguaje es el adecuado a lo que explica), etc. Medito lo siguiente: El carpintero no le ha añadido nada a la madera (nogal, haya, pino, ébano…ya lo eran cuando él comenzó a cortar). Lo que ha hecho el carpintero es trabajarla; como el escritor trabaja el idioma. El carpintero le da forma, corta y pule, pinta, lija, matiza. Como el escritor. Pero la emoción al espectador/lector, no la crea el marco, la crea el dibujo, es decir: el autor con su estilo propio. Es decir: las técnicas que usa para «vender» su relato. La dosificación psicológica de las sorpresas, la ocultación de datos para crear interés/suspense. Y el ritmo que sólo se crea con la debida acentuación, con el reparto adecuado de las frases bimembres, tri…cuatri… La subordinación o la yuxtaposición, etc.
G. dijo: ..¿Pero qué es esto de que el lector ande reivindicando patinajes artísticos y que le lleven «de la manito» -asi dicen mis amigos argentinos- , que todo transcurra sin un solo contratiempo para el lector?.¡.Me parece que estamos aqui ante una desidia y una pereza monumentales!..El amigo INCON no quiere ni levantarse a coger un diccionario -juasjuas – . Me parece que aquí os están haciendo falta una vacaciones merecidas a todos. A mi no me gustan los libros que no me reportan nada nuevo. Me gusta que me hagan levantarme de mi poltrona, no sólo para consultar diccionarios y enciclopedias, sino para contemplar la realidad cotidiana desde un nuevo prisma. Me gusta que me despierten las neuronas dormidas, que me entretengan, sí -sin duda – pero que también me lleven más allá de la realidad archisabida.
B. dijo: Aquí todo el mundo da por sentado que lo ‘objetivo’ pues que medio no existe, y sin embargo lo ‘subjetivo’ es facilón, que todos tenemos una vaca estupenda, algunos una manada de vacas con cencerro, como si fuéramos los ricos del pueblo. El tito M. ya lo advierte: nuestro gusto es hijo de nuestras lecturas y de nuestra educación. Y yo insisto y digo más y peor que él, porque él se expresa muy claro. Y digo yo: ¿Qué nos queda de subjetivo, cuando nuestro propio pensamiento, lo que resuena en esa catedral vacía que tenemos entre los oídos… nuestro pensamiento mismo nos viene en forma de lenguaje? La lengua que nos han enseñado es el vehículo que usamos para pensar, y nos provee de conceptos que podemos usar, y carece de otros, unos puntos tan ciegos que ni siquiera notamos que nos falta un cacho de realidad. Nuestra cultura no sólo nos impregna, nos construye. Weno, subiendo de las profundidades: Que el que de verdad tiene una vaca, tiene un tesoro. Ve las cosas con más complejidad. Y lo último, que se me quema la neurona: algunos no tenemos una vaca, algunos vamos por los prados en forma de borriquito.
Y. dijo: ¿Vaca=subjetivo? No realmente. Está claro que quizá la opción vacuna en gran parte se deje arrastrar por lo que hace «sentir» un relato, una frase, una imagen, una evocación, etc. Sin embargo, no deja de ser evidente que vemos las malas hierbas que crecen por doquier.
Realmente cuando juzgo un relato, veo el conjunto al completo, aunque en ocasiones por una frase magistral me inclinase aunque el resto no fuese tan «brillante», pero es que hay matas que no se pueden dejar escapar, ya me comprendes… Por eso, cuando me encuentro con el relato, lo veo en su conjunto. Cuando voy leyendo, una frase o párrafo mal estructurado chirria, te frena, desconcierta, hace que en parte desmerezca. Cuando no dejas de ver faltas ortográficas, puntuaciones extrañas y lo loco, entonces sucede lo mismo y la idea tendría que ser realmente «impactante» para que se dejasen de lado la forma. Y es que, como siempre hemos acabado concluyendo, lo ideal es el equilibrio entre forma y fondo, aunque en la poesía, por ejemplo, prime la forma y en la prosa lo contrario, siempre se tendrá en cuenta en conjunto completo.
Lo objetivo es medible, es como estructura matemática, como un cubo o una pirámide, es perfecta, no hay nada objetable en su forma, su estructura, pero ¿que utilidad tiene? ¿que provoca? ¿que nos quiere comunicar? ¿para que sirve? Lo subjetivo se entrelaza totalmente con lo objetivo para darle una nueva perspectiva. Quizá pierda algo de su perfección pero a cambio gana en cuanto a expresividad, comunicación, sensaciones, sentimientos.
Muy interesante la controversia. Yo, defiendo la siguiente idea. Cuando un relato nos gusta, por instinto, intuición… no es casual. Hay un conocimiento previo en el lector que le permite percibir, entender y valorar de forma inmediata. Disfrutamos del ritmo, cadencia, idea original del texto, M sin necesidad de analizar cada elemento con el que está construido. ¿Que pensáis?¿ Puedo tener razón? …