Reto: Una historia sobre un buscador de…
EL BUSCADOR DE ARCHISÍLABOS
Le conocían por Fran. Deambulaba por los pasillos de la facultad de Filosofía y Letras muy atento a sus cordones, como si se le fueran a desatar de un momento a otro. No obstante, siempre levantaba la cabeza en el momento adecuado para saludar a la gente. «Eh, cómo va eso, Migue», «Hasta luego, Lorena». No se le veía en la cafetería charlando con nadie pero todos lanzaban preguntas hacia la esquina donde se tomaba tranquilamente su cortado. «Qué opinas de eso, ¿eh, Fran?». Y él contestaba con frases breves, y bajaba de nuevo los ojos hacia su café o hacia el periódico, incapaz de superar su natural tímido. Le aceptaban porque era buena gente, pero le consideraban un poco «rarito».
En el ciberespacio las tornas eran otras. Se había hecho con una CPU que iba a gran velocidad y había contratado una conexión a Internet excelente. Repantingado en su sillón ergonómico, Fran se convertía en Archie, el buscador de archisílabos. Hostigaba sin piedad los foros de periodistas, lanzaba diatribas en pro de la excelencia del lenguaje, se lanzaba a la caza y captura de ejemplos que luego enviaba a los rotativos con burla y escarnio. Escribía largas cartas de opinión, manifiestos, y hasta un manual de correcto uso del español que colgó con licencia Creative Commons en su blog.
Un día sintió que por fin habían oído su voz: le ofrecieron ir a la radio a denunciar el abuso del lenguaje junto con un catedrático de la Complutense y el presidente de la Fundéu. Querían montar una mesa de debate y les interesaba una voz que representase a la juventud preocupada por la cultura. Les había gustado su blog y por eso le escribían.
Fran les propuso que le llamasen por teléfono pero ellos insistieron en que se presentase en persona. Archie quería ir, lo deseaba intensamente. Pero Fran se miró los cordones de los zapatos y acabó lanzando un hondo suspiro. Al fin y al cabo: ¿quién sabe lo que es un archisílabo?
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