El origen de cada relato está en las múltiples ideas que te asaltan a cada momento. En realidad, el relato se origina cuando escoges una de esas ideas y la sigues sin permitir que las otras te distraigan. ¿Por qué la eliges? Tu inconsciente puede darte la respuesta. Es una necesidad de darle forma a esa historia más que a ninguna otra. En ese origen reside también el modo en que debería ser contada, y al que básicamente debes prestar atención.
Llegar al relato
El proceso que te conduce a la escritura de un relato puede ser el siguiente:
Una imagen te impresiona. Te preguntas por qué te impresiona. Una vez que encuentras las razones, inventas un argumento. Entonces, una vez que cuentas con la historia completa, te pones a imaginar sin apuro.
O puede que sea al revés. Una imagen te impresiona. A partir de esa impresión te pones a escribir sin saber bien hacia dónde vas. La historia se concreta durante el proceso.
Ambos caminos son válidos. Javier Marías habla de escritores con mapa, en el primer caso, y con brújula, en el segundo.
Pero en ambos, lo coincidente es:
• Prescindir de exigencias ajenas.
• Resolver qué personajes pueden protagonizar el relato y averiguar cómo son en sus detalles más importantes.
• Suprimir los datos irrelevantes.
En suma, un relato exige la armonía de los elementos que lo componen y una especial capacidad para captar el detalle, transformar una anécdota, aprovechar una situación emotiva.
Una vez que nace hay que sostenerlo, hacerse conjeturas con respecto a lo que puede pasar sin manipular los hechos.
¿De dónde surge ese mundo en el que se implica el lector, tan bien amueblado como el real, triste, alegre, conmovedor, que no puedes dejar hasta que encuentras el desenlace, ese mundo que te hace sentir orgulloso cuando consigues desvelar el destino de tu personaje implicado y el sentido de tu imperiosa necesidad de otorgarle una lucha, una búsqueda, una corporeidad?
Fuente: Escribir un relato, Silvia Adela Kohan
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