El hombre terminó de lavar los platos. Se secó las manos en el mandil, lo desanudó y lo dejó caer en la silla. Abrió la nevera y sacó una lata de cerveza. Se dirigió a la salita, donde se apoltronó en el sofá, frente a la tele apagada. Contempló el monitor negro durante unos minutos con la bebida congelada en la mano. Dejó la lata sobre la mesa y buscó el móvil en el bolsillo de su pantalón. Ninguna llamada perdida de ella, ningún mensaje de disculpa por no haber acudido a la cita. Eso había sido hace tres días, pero sólo hoy se había atrevido a tirar la comida a la basura, recoger la mesa y lavar la vajilla. Con los dedos todavía fríos buscó su número y le escribió un mensaje: «Me cansé de esperarte». Luego, encendió la televisión.
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