El cuadro era un collage moderno, una lámina donde habían dibujado una rama de árbol en la que se posaban dos mariposas de papel azul. Era el favorito de Cecilia y por ese motivo presidía el salón de su apartamento de recién casada.
Julio solía llegar tarde a comer. Cecilia le esperaba recostada en el sofá, atenta al sonido de las llaves. Pero últimamente se quedaba dormida. Al abrir los ojos, Julio ya se había ido. Cuando se reencontraban por la noche, ella se disculpaba y le pedía que la despertase pero, una y otra vez, Cecilia se adormecía y despertaba sola.
En sus duermevelas, Cecilia soñaba con las mariposas azules del cuadro. Le acariciaban el rostro y le hacían cosquillas en los brazos. Ella sonreía e intentaba alzar la mano para atraparlas, pero las muy pícaras salían huyendo. Dejó de soñar con mariposas cuando su marido comenzó a faltar a los almuerzos; Julio se excusó diciendo que ganaba tiempo almorzando en el trabajo.
Ahora Cecilia gasta los mediodías sentada en el sofá y contemplando el cuadro. Hace tiempo que no se adormila. Por las tardes Julio llega tarde a casa, demasiado cansado para darle un beso, y se queda dormido nada más acostarse; ni siquiera reacciona a las caricias de Cecilia en su rostro.
Y ella se pregunta si será Julio el que sueña ahora con mariposas azules.
Deja una respuesta