Ella hablaba de libélulas y crisálidas. Yo, de protozoos y otra fauna de los estanques. Nunca leía los e-mails que le escribía, pero me dibujaba mensajes con tizas de colores frente a la puerta de mi casa y yo añadía la respuesta en azul. El día que me declaré le hice llegar un bote con el microcosmos de su pantano preferido. Ella dibujó una mariposa azul en mi acera. Aún sigo interpretando su respuesta.

Escritora y asesora literaria. Autora de La posada de los vientos y otros relatos inquietantes. Ludoliterata por convicción.
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