Richard Armitage no tiene los ojos verdes. Es verdad que yo creía que eran del mismo color que los campos de Leicester, su tierra natal. Pero ahora que he repasado todas las series de televisión donde aparece (“Norte y Sur” y “Robin Hood” por tercera vez, he de reconocerlo), me encuentro con que no son verdes, en absoluto.
El problema es que Icíar sigue afirmando lo contrario. A pesar de que la invito a entrar conmigo en Internet y buscar fotos del actor, ella persiste: “Están todas retocadas. Lo que está de moda son los ojos azules, así que las manipulan por ordenador. No te creerás que las modelos de las revistas son así realmente, ¿no, Sandra?”.
Icíar y yo nos conocimos en la sala de espera de un abogado matrimonialista. En la media hora de retraso con que llegaron nuestros maridos –curiosamente, ambos aparecieron al mismo tiempo-, comenzamos a hablar de nuestros actores preferidos y nos hicimos amigas. Continué viéndola porque, aunque aquélla había sido mi última visita al abogado, Icíar seguía adelante con su separación.
“Le he puesto un plazo a Emilio, Sandra, hasta el 22 de agosto”, me explicó por teléfono mientras se oía la televisión de fondo a un volumen casi denunciable. “¿Nos tomamos un helado y te cuento todo?”. Estábamos en enero, pero ella era así de impulsiva y alocada.
Cuando llegó la fecha, no hizo falta que me llamase. Acudí a su casa, y me abrió la puerta con el delantal puesto. Mientras la seguía hasta la cocina, donde preparaba una especie de tarta, me fui preguntando si se habría olvidado del famoso plazo. Parecía ensimismada en la elaboración del pastel y me invitó a probarlo cuando lo terminase. Sólo entonces, cuando nos sentamos frente a una taza de café cargado, y trajo la tarta con una vela, le pregunté: “¿Qué celebramos, Icíar?”. Ella respondió: “¿Sabes que día es hoy, Sandra?” Asentí sin palabras. Icíar me hizo un guiño: “Hoy es el cumpleaños de Richard Armitage, el de los ojos verdes”.
A día de hoy todavía seguimos discutiendo si le retocan los ojos con el Photoshop, mientras Emilio nos escucha sonriente desde el sofá, fingiendo que lee el periódico.
Te leo… Me parece una pasada que compartamos esta afición y de forma tan diferente… Si ves mi estilo, está super radicalizado últimamente jejejeje…. Tienes mucho talento y me gusta esa aventura que siempre surge de lo cotidiano como en este relato… Te sigo compi…
Muchas gracias compi, ya te he leído lo último y lo que me encanta es el Diario de un Sábado maldito, te está quedando una crónica genial 🙂
Te sientas a soñar con las palabras y las convences para seguir haciendo fantasía según se coloquen. Por eso se vienen contigo. Qué bueno.
Besos.
Hola Gabriel encantador, perdona por responder tan tarde a tu comentario. Me alegra que te haya gustado, espero poder pulirlo un poco más, pero creo que conseguí la idea que perseguía.
¡Un abrazo!