Mi hermanito tiene un ojo de cada color. El derecho es azul, y mi madre dice que, cuando miras la pupila puedes ver un cielo lleno de puntos de luz. El izquierdo es marrón dorado, y mi padre dice que brilla como si fuera arena bajo el sol.
Los compañeros de su clase de parvulitos no se molestan en mirarle al fondo de los ojos, y le llaman “raro”, “alien” y cosas peores. Por eso mi hermanito comenzó a guiñar un ojo cada vez que hablaba con alguien, para que no se fijase en sus pupilas dispares.
Esta noche, antes de subirme a la litera que compartimos, mi hermano pequeño me ha preguntado cuál es mi color preferido de ojos. Y yo le he respondido, apoyando mi bastón blanco contra la mesita de noche, que cualquiera que pudiese ver.
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