Orto
La ciudad se dibuja. Trazo a trazo, la luz va perfilando su contorno. Aquí, una sombra; allá, una promesa. El anaranjado emborrona el blanco, el rojizo lo caldea. Se oye una alondra. Estallan los bostezos.
Ante meridiem
La ciudad es blanca. Tiene terrazas en los techados, con baldosas de tinte coral. El cielo se estira, perezoso. Alguna nube remolona se pasea por la bóveda límpida. Las voces se amalgaman en las paredes y rebotan en las callejuelas.
Zenit
Con seguridad, demasiado sol. El blanco relumbra, y el cielo explota de azul. Hay un hormiguero de colores por las calles. Piar desaforado. Ladran los canes y discuten los tenderos. Todos buscan el tesoro de la sombra.
Post meridiem
Niños que trazan piruetas imposibles. El trino de sus voces solaza la tarde de modorra y fuente cantarina. Los relojes campanean horas eternas. Holas y adioses entreverados de caricias.
Ocaso
Una lengua oscura lame los enlosados. La piedra aún calienta, pero la brisa es el mensajero de la noche. Hay una luna blanca queriendo asomarse en el cielo cárdeno. Voces perdidas, algún ladrido asustado.
Nadir
Susurros contenidos, el silencio quiere ser el dueño. La ciudad duerme bajo una vieja capa agujereada. Por los resquicios se asoma algún destello titilante. Los insomnes las llaman estrellas pero es la luz que espera, impaciente, regresar de su destierro.
Muy bonito, Rocío. No conocía tu faceta de poeta.
¡Ni yo! ??