“Hay probablemente dos actitudes básicas que dan origen a los dos tipos fundamentales de ficción: o se escribe por juego, por entretenimiento propio y de los lectores, para pasar y hacer pasar el rato, para distraer o procurar unos momentos de agradable evasión; o se escribe para buscar la condición del hombre, empresa que no sirve de pasatiempo, ni es un juego, ni es agradable. Efectivamente, es casi normal, para no decir que es inevitable, esta sensación de desagrado que produce la lectura de una novela de esta naturaleza. Y eso se debe a que no sólo la exploración de las simas del corazón humano es agobiante sino que, proponiéndonoslo o no, este tipo de ficción nos produce un desasosiego que tampoco es placentero. Maurice Nadeau sostiene que una novela que deje tal cual al lector y al escritor es una novela inútil. Es cierto. Cuando hemos terminado de leer El proceso no somos la misma persona que antes (y seguramente tampoco Kafka después de escribirlo).”
Exploradores, más que inventores
Ernesto Sábato, El escritor y sus fantasmas
muchas de las veces ese desasosiego no se escribe para masas,sino como desahogo o un modo cualquiera para expresar lo que está en tus entrañas.
y quien las leé las hace con intención de(en mi caso, al menos), conocer más facetas de lo factible y real ajenos al tuyo, conocer el estado de ánimo o la «forma de ser y de sentirse» de una concreta persona (suele ser el caso de los conocidos, o amigos…) o bien como medio para buscar un lugar, si bien turvio, en el que poder encontrar comprensión e identificación.
Estoy de acuerdo en que uno escribe, primero, porque necesita escribir, y el público es lo de menos. Es cuando afina en la forma literaria que el texto reviste cuando se hace necesario el cuidado y el pulido de cada línea, para que la comprensión del mensaje sea más plena.
Pero el fondo siempre es el mismo, ese desahogo vital del que, a veces, sólo nos llega nuestro propio eco.
Un abrazo, Rose, me alegra verte por aquí 🙂