Él adoraba la nieve, porque era cuando acudía ella. Los copos se arremolinaban en el aire dibujando el contorno de su silueta, los cristales más altos centelleaban para mostrar el diseño de la diadema que ceñía su frente.
Sólo él era capaz de verla. Nadie más distinguía a la dama del frío, a la reina de las nieves. Y él estaba tan prendado que un día no soportó la idea de tener que esperar al siguiente invierno para visionarla.
Cuando cayó el último copo, él lo atrapó en su pupila para no perderla nunca de vista; en su sacrificio de amor, renunció a ver todo lo demás.
¡Qué triste puede llegar a ser el amor! Un relato precioso, Rocío. Besos.
Acabo de aterrizar en este campo de letras y aunque haya sido un aterrizaje forzoso (forzado por las circunstancias o el destino, jeje), me alegro de haberlo hecho. Me encanta tu forma de escribir. Esta bella y breve historia de corte romántico es un buen ejemplo de ello.
Saludos.
Gracias, Josep, por tu generosidad en leer este relato. Abrazos
Gracias, Bea, siempre es un placer tenerte por aquí ?
bello. me gustó mucho…. vocabulario adecuado y lleno de riqueza textual…..un gran cariño