La puerta brilla, relumbra. Tiene unos arabescos en su doble hoja que incitan al misterio. Y es verde, al igual que la frondosa vegetación que la ha mantenido oculta todo este tiempo. Sólo posee una inscripción, claramente legible para quien se aproxima: «Prohibido el paso».
No debo hacerlo. No debería empujar la doble hoja, a pesar de que parezca fácil. Pero es difícil resistirse a los dibujos del dintel y del frontal, que prometen el acceso a un mundo de experiencias fantásticas. ¿Y si el letrero original se borró? ¿Y si decía «Prohibido el paso a los gigantes» u otra criatura maligna? Yo soy únicamente una mujer, sola, pacífica y curiosa.
Toco la puerta, presiono ligeramente, y la doble hoja se abre ante mí. Debo hacerme a un lado porque una alfombra rosada se desenrolla. Cuando termina de extenderse, la toco. Es áspera, caliente al tacto. La piso para atravesar el umbral. Al otro lado se percibe un largo túnel oscuro. Miro hacia arriba y veo unas rejas blancas y puntiagudas.
Cuando doy dos pasos más, la alfombra se vuelve a enrollar, empujándome hacia el interior. Oigo un sonido extraño, parece un runrún. Me estremezco.
En mi mundo se dice: «La curiosidad mató al gato»; en este caso, el gato va a terminar con la curiosidad.
Ejercicio con la imagen de una carta del Dixit y con la frase de la jugada.
Estupendo micro, Rocío. Una metáfora acerca del irresistible encanto de la curiosidad. Un abrazo!
Jeje, y yo me considero MUY curiosa para algunos temas 😉
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