(Microrrelato inspirado en la loca foto de arriba)
Amaneces con la mala nueva. Ella te ha dejado, sin notas, sin mensajes. Y te invade una extraña sensación de cebra que ha perdido sus rayas. Vagabundeas por el pasillo, triste como un elefante sediento trashumando en busca del agua. Aunque te reconoces que, si fueras un gorila, tamborilearías la rabia que sientes sobre tu pecho.
Pero sólo eres tú, y ese gesto se queda a medias, entre el enfado del gorila y la tristeza del elefante, y buscas en el espejo las rayas de cebra que te faltan, decidido a no llamar primero, no ahora, no antes que ella.
Y el propósito te dura exactamente cinco minutos, los que tardas en no encontrar el café.
Deja una respuesta